10/01/2005
Por: Emmanuel Espíntla
La cultura es la identidad de los pueblos, su historia es la raíz más profunda que respalda y fortalece cualquier identidad. Tehuixtla es un pueblo viejo y nuevo. Con una historia hasta ahora inédita en una versión especifica, pero que se encuentra guardada entre libros, archivos y sobre todo muy celosamente en la memoria de sus pobladores.
El futuro de este pueblo es incierto. Cada comunidad puede tener en sí misma encanto, arte, belleza, historia, cultura, pero no hay que olvidar nunca su origen. Ese germen de vida, principio fundamental de cualquier asentamiento humano y sobre todo mirar nuestro entorno y tener bien claras nuestras mojoneras. Conocernos en ocasiones nos ayuda a tener mayor claridad en el presente y nos permite proyectar hacia el futuro.
Tehuixtla a través de su historia ha ido pasando por momentos malos y buenos, ahora mismo podría decepcionar al más valiente de sus amantes.
En Tehuixtla el calor es extremoso en el día y la noche, hay un río agonizante lleno de basura y el borbollón es la arteria aorta que se desangra a diario. Litros y litros de amor liquido que apenas nace viene a morir trágicamente al mezclarse con lo peor de nosotros, nuestros excrementos y los de otros pueblos que viene arrastrando de lejos.
Un reloj descompuesto en el jardín central parece tener la culpa del atraso de este pueblo, sus manecillas caídas marcan un tiempo perdido en el abismo más profundo de este pueblo cenizo donde de cuando en cuando llueve tizne. Tizne que nace de las llamas que calcinan conejos, las cuales se nutren del verde y del rojo de dulces cañas. Todo aquí parece tener parece tener dos polaridades en eterno conflicto.
La pobreza y el hambre es pareja entre su población, se ha metido y no hay quien la saque de las cocinas de las casas de la gente buena y honrada. El pueblo pacifico con ojos saltones pero ciegos, ha quedado ensordecido ante el estruendo de la metralla y de la sordera enmudeció. Mudos testigos todos de una guerra que no parece acabar nunca y que ha manchado con un río de sangre el nombre y las calles de piedra de este pueblo; pecados éstos que sufren numerosos lugares del mundo, es cierto, pero en Tehuixtla tienen un matiz que huele a caserío de espinas y dolor, donde mi crónica y mis ojos se vuelve al cielo raso y a la naturaleza que nos rodea y que creo es más bella que el pueblo mismo, cada día más lleno de cables, antenas, rejas y techos de laminas viejas.
Es cualidad de los hombres poseer una necesidad expresiva en todos los ordenes de la vida, tanto en sus formas más elaboradas como en las más sencillas que se manifiestan en la cultura popular. En este pueblo el arte y la cultura, están cobrando mayor importancia desde hace ya varios años, con el surgimiento de una orquesta sinfónica, un grupo de ballet, el renacimiento de artistas pintores de esta comunidad, todos proyectos famélicos, perezosos pero tesoneros y de incalculable importancia para las futuras generaciones.
Ellos son los encargados de hacer y vivir la cultura dentro de nuestra sociedad, de proyectar la otra mirada de Tehuixtla a veces sólo por amor a la tierra y al arte. El compromiso es personal. El reconocimiento y valoración de nuestras raíces como mexicanos debe ser una actitud de vida. En una realidad globalizada como la nuestra, la santa inquisición de la televisión, nos ha impuesto una cultura general que comprende a grandes masas y que extermina la identidad de los pueblos, evitarla es tan sencillo como apagar un aparato electrodoméstico y sentarnos a platicar de nuestro pasado y empezar a conocernos. ¿Quienes somos? ¿De donde venimos? ¿Que hacemos aquí? ¿Cuales son nuestros valores? y lo más importante ¿Podemos cambiar? ¡Dicen que todo es culpa del dinero! Que hay gente va en busca de él y que en su pos deja tras de sí todo, familia, casa, amigos, costumbres. Yo sigo pensando que es una cuestión personal, sí el dinero me anula como ser humano ¿para que lo quiero? Dicen los que me escuchan que estoy loco, que hablo así porque no tengo hijos. Quizás tengan razón, pero soy temeroso de Dios y ya desde el genesís se nos ha anunciado que llevarnos el pan a la boca nos costara trabajos y sacrificios, además nos dice que hemos sido expulsados del paraíso. Estoy consiente de que Tehuixtla no es el jardín del Edén aunque lo parezca, aunque un día lo fue. Por eso resulta imposible competir contra la educación de la miss Tv., de sus placebos fársicos que crean tendencia y son patrón en muchos hogares. Producto de los monopolios y de la visión del rey miope, que ahora como siempre lucran no sólo con la fuerza de trabajo del obrero sino que también hasta con su tiempo libre. Ellos escogen las chiches y las nalgas que hemos ver y oír cantar, aunque no canten, pero que hay que consumirlas a fuerza de palos y dado el palo ni Dios lo quita. Nunca he sido fatalista, pero hasta en mi mundito de ciegos esto se ve a todas luces y es el pan nuestro de cada día.
Pero no todo esta perdido mientras nos queden amigos, mientras nos tengamos fe y tengamos a Dios con nosotros, mientras le busquemos e intentemos imitar la vida de Cristo y para los ateos mientras nos forjemos como seres humanos, sólo la humanidad puede salvarse de sí misma y puede salvar el mundo. Dios ya hizo una alianza de que no nos destruiría pero no dijo nada sobre la posibilidad de que nosotros solos lo haríamos. En realidad el buen juez por su casa empieza y lo único que tenemos es a nosotros mismos, conocernos y compartir costumbres con otros nos dota de identidad, la identidad genera tradición y mientras la tradición se mantenga viva, esa será nuestra riqueza y el valor máximo como pueblo, a los pueblos los constituyen sus ciudadanos y un ciudadano es un hombre común y corriente, como tú y como yo, pero con la única diferencia que se toma enserio su vida y la de los demás.
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